martes, 8 de marzo de 2011

Diario de la Queen: El Día del Juicio

(Basado en hechos reales)
La fecha exacta no la recuerdo. Los detalles minuciosos se borraron de la memoria. Mi mente tiende a exagerar de vez en cuando. Y algunas veces, la tinta del lápiz no me da. Si, yo escribo con lápiz… algunas veces.

Trataré en lo más que pueda, ser precisa en mi relato. Evadiendo nombres a situaciones que para algunos, serían vergonzosas. Solo quiero contar lo que paso ese día, perdón, esa noche.

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Periodismo, cine, música, farándula, televisión, hasta animación flash. Siempre me he sentido atraída a todo eso. El puro placer de informar, ver, crear, escribir, sentir, cantar, escuchar, etc. Es como droga para mí, me hace sentir bien. Muy bien.

Mis padres, “los Jefes”. Se dieron cuenta de mi pasión. Y en mi 15vo cumpleaños, me regalaron una cámara digital. La profesional estaba muy cara, aun lo está.

A la camarita, hasta nombre le puse. Un día le llamaba Lola, otro día le llamaba Juana. La llevaba a todas partes conmigo. En las noches dormía al lado de mi almohada. A cualquier mínima cosa, le tomaba una foto; cualquier suceso, lo filmaba en vídeo.

Paisajes hermosísimos, personas en la calle, autos causando un tapón en la avenida, el policía posando para mi lente, el verdulero de la esquina comiéndose un guineo, el niño montando bicicleta, el otro niño pidiendo dinero en la esquina de los semáforos, el Presidente de la República dando un discurso, el vecino peleando porque la gasolina está muy cara, etc, etc.

En fin, Lola, Juana, la cámara; como le quieran llamar. Iba conmigo a todos lados, y siempre tomaba un recuerdo. Esa noche no fue la excepción. 

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Tenía sueño, cansada de un agotador día en el colegio. Me dejaron demasiada tarea, como siempre. No pude dormir mi siesta en la tarde, me sentía de mal humor.

Subí a mi cuarto, frío y lleno de desastres. Me tumbé en la cama. Quería dormir pero tampoco quería. El reloj marcaba las 12:30am.

Luego de unos minutos tendida sobre la cama. Empecé a soñar despierta, bueno, al menos eso creía. Sentía como si gotas de lluvia cayeran del cielo a mi techo. Escuchaba el sonido de las gotas chocando con mi ventana.

Mis oídos escuchaban lluvia, mi olfato percibía otra cosa. Otra cosa, que no podía identificar con exactitud. Recuerdo que me moleste, mis sentidos se estaban contradiciendo y eso no me gustaba.

Abrí los ojos repentinamente para darme cuenta de que, mi sueño no era tan ficticio como creía que era. Efectivamente, escuchaba las gotas de lluvia chocando contra el piso, pero no olía a lluvia. Es mas, no olía a nada.

Me senté en la cama estrepitosamente, me pellizqué una mano para saber si estaba realmente despierta.

-¡Coño! ¿Qué vaina eh?- dije entrecortadamente.

Me levanté de la cama, y con una actitud indignada, abrí una de mis ventanas para cerciorarme de que era lo que realmente estaba pasando.

Ya eran las 1 y pico de la mañana. Pensé en que la oscuridad no me dejaría ver las “gotas de lluvia” que escuchaba… ¡Claro que nunca las vería porque no estaba lloviendo!

Y entonces lo vi, allá a lo lejos pero cerca, un resplandor. Rojo con amarillo, un humo negro salía de aquel lugar. Cada vez con más intensidad. Lo que antes pensaba que era lluvia, ahora se oía como si fuera una trituradora gigante aplastando todo a su paso.

Cada vez, se hacía más fuerte el sonido. Como si se estuviera acercando, el resplandor crecía y crecía. Todo en cuestión de segundos.

Yo, ni corta ni perezosa, con todo el cansancio del día encima. Busque a Lola, Juana, mi cámara. Y empecé a filmar.

Esperando lo inesperado, narraba con voz ronca lo previamente sucedido hasta que…

“¡Buuummm!”

Una estrepitosa y ensordecedora explosión me dejó muda. El sonido, similar al de un tanque de guerra cuando es disparado, no fue tan chocante como la imagen que mis ojos y el lente de mi cámara vieron esa noche.

Impactante, asombroso, llamativo y a la vez preocupante. Así puedo describir la imagen que vi. Me recordó la foto de la explosión de la bomba atómica.

Tenían prácticamente, la misma estructura. Parecían fuegos artificiales. Salió desde adentro. Ese rojo y amarillo que había visto segundos antes, ahora cubría todo el cielo.

Entonces llegó el olor a pólvora, el calor del fuego y el humo invadió el residencial. La escena de la explosión se repitió más de 6 veces. Una ráfaga de humo y fuego tras otra, el olor, el ruido, los sentimientos de inseguridad mezclados todos juntos.

Tragué en seco. No sabía que pasaba, mi lengua se trancó y mis piernas no obedecían. Lo admito, me asusté, y mucho.

-Dios, ¿Qué es esto?- dije en mi mente.

Cerré los ojos como por 3 segundos. Fruncí el ceño como quien intenta recordar algo. Me moví, busque mi celular y lo entré en mi bolsillo. Siempre decía que cuando pasara algo; mi celular y mi cámara serían lo primero que tomaría conmigo.

Me apresuré, salí del cuarto y me dirigí al balcón. Era muy tarde para salir a la calle, así que me quede filmando desde ahí.

El fuego cubría todo desde arriba. El humo contaminaba las casas y los gritos irreconocibles de personas y perros ladrando, hacían de aquello una escena de terror.

Entonces, empieza la parodia.

Mis vecinos, mis queridos vecinos; salieron a la calle. El fuego les iluminaba los rostros y la peste a pólvora los hacía caminar como zombis.

Mi vecina, “la doña de al lado”. Fue la primera en salir. Vistiendo una bata adornada con ramos y flores. Unas denominadas chancletas en los pies. Y el pelo entubado de rolos y pinchos.
Es una señora avanzada en edad. Unos 80 por ahí.

Se coloca en el medio de la calle y se arrodilla, llevándose las manos a la cabeza llena de rolos de diferentes colores. Empieza a gritar.

-¡Ay Dios mío! ¿¡Porque, porque?!

Su hija, metida en un overall, despeinada y sin maquillaje. Le cae atrás, se golpea el pecho fuertemente y empieza a correr por todo el parqueo.

-¡fue solo una vez, waiii, fue solo una vez!- grita la muchacha.

El vecino, el que vive “al otro lado”. Llega y detiene a la joven, ella se desmaya y cae en los brazos del vecino.

El vecino pide agua para la muchacha. A lo que sale su esposa rezando el Padre Nuestro y echándole aire con la mano a la desmayada joven.

El entonces, líder de la comunidad, sale de su casa con un palo en la mano, vociferando lo siguiente:

-¡Yo se los dije, yo se los dije. Arrepiéntanse, arrepiéntanse antes de que sea tarde!

La “doña de al lado” que había estado arrodillada en medio de la calle. Se levanta y sale corriendo hacía donde esta la esposa del vecino.

-¡Vecina!- dice la “doña de al lado” con voz llorosa y entrecortada.

-¡vecina, excúseme, perdóneme! La que le tiraba la basura al frente de su casa era yo, perdóneme vecina, por favor, ¡yo la quiero vecina!

La “esposa del vecino”, sorprendida y en estado de trauma, abraza a la doña y empiezan a llorar descontroladamente.

Los boricuas que viven al frente de mi casa, salen todos juntos con palos y armas largas. Uno dice que el “va a ver que lo que ta’ pasando”. Y se va a montar en su carro.
El otro lo hala de la mano y le dice que si “es que tu tas loco cabrón”

Empiezan a pelear y se arma la de Troya. El líder comunitario se mete en la discusión y exige calma. Uno de los boris le apunta a la cabeza con una 40, al mismo tiempo que se origina otra explosión  de fuego.

Al tipo se le cae el arma al suelo del susto. Y se le tira a los pies al líder comunitario.

-¡Perdóneme Don, perdóneme, dito me quiero confesar!- dice

A lo que el hombre se abaja y le dice al oído:

-Hijo, yo no soy sacerdote, ¡arrepiéntete!

La muchacha que se había desmayado, vuelve en sí y sigue gritando:

-¡ay fue solo una vez, solo una vez!

A lo que llega la “prosti” (mujer de la vida alegre, que se acuesta con quien sea) y le dice:

-amiga ¿Qué es lo que pasa? ¿Cómo que una vez que?

-¡Si! Fue solo una vez que le metí los cuernos a mi novio con el vecino de enfrente ¡perdóneme Dios!

El vecino, que la tenía agarrada, le tapa la boca. A lo que su esposa le cae a zapatazos por la cabeza.

Yo, desde arriba, filmando todo desde el balcón, me da antojo de palomitas de maíz con Coca Cola. Pero por no perderme nada, me quedo ahí.

Mi mamá, “la Jefa”, sale arrastrando los pies como quien no quiere la cosa.

-Queen ¿Qué es lo que ta pasando?- me pregunta.

Yo volteo el cuello para mirarla, y vuelvo a mirar el espectáculo de fuego y el de mis vecinos. Finalmente, luego de pensarlo unos segundos, le respondo.

-Se está acabando el mundo, mas na.

Mi mamá mira el fuego, mira a los vecinos dando pena en la calle y me mira a mí con la cámara. Se pone las manos en la cintura y casi bostezando, me dice:

-Es verdad que tú vas a ser periodista.
-Y cineasta.

-Eso mismo- me dice y se devuelve a su cuarto a encender la televisión, para ver si en algún canal de noticias están pasando el suceso.

Yo vuelvo a filmar el espectáculo, y me doy cuenta de que uno de los boricuas esta tratando de meterse a mi casa. Al mismo tiempo que veo a mi papá saliendo con un palo de escoba en la mano para impedir su entrada a la propiedad.

Pero el se resiste y vocea:

-¡Queen, Queen, ¿me tas oyendo?!

-Si

-¡¿Qué?!

-¡que si!

-Ah ok, ¡te amooo!

Mi papá le amaga con el palo y yo le enseño mi dedo del medio de la mano izquierda al chico. Mi papá se aleja y yo le tiró un beso al tipo. El me hace señas para que baje y yo le hago señas para que suba.

Y no subió, nunca subió.

Entonces sentí una vibración en una de mis piernas, recordé que tenía mi celular en el bolsillo. Lo saque y vi que tenía un nuevo mensaje de texto.

Y el mensaje decía así:

“Loca, viste la explosión? Pon la tele, lo tan pasando en las noticias. Explotó la Refinería de Gas. Eso parece Irak. Espero estés bien. Att. La Lady

Mi amiga había acabado con mis dudas. Entré corriendo al cuarto de “la Jefa”, la encontré babeando la almohada y con la TV encendida. Efectivamente, Lady estaba en lo cierto. La Refinería de Gas se incendió y lógicamente explotó, llevándose a su paso todo.

Salí al balcón de nuevo, mis vecinos seguían con su show. Mi papá estaba entrando con el palo en la mano. Yo, sabiendo lo sucedido, aun tenía sueño. Le devolví el text a Lady, le oré a Dios pidiéndole que no hayan muertos. Le di un beso a mi cámara y me eché a dormir.

Al día siguiente, el periódico llegó más temprano que nunca.

“Explota la Refinería de Gas” dice el titulo en primera plana.

Los vecinos salían cada uno a hacer su rutina, cabizbajos y avergonzados.
Yo, en ese entonces, tenía que ir al colegio. Y a diferencia de otros días, iba más sonriente que nunca. La experiencia de la noche anterior, había sido única y talvez irrepetible.

Raramente, la tarjeta de memoria de cámara, se perdió. Sigo creyendo que el boricua me la robó (no he vuelto a saber de él jamás). Pero todo lo ocurrido queda en mi memoria.

Bueno, y ahora en Internet.